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23/7/12

ocho

Quería ir con él pero no le dije. El pibe pantalón corto acababa de comprar una bolsa de hielo. Ese era el pantalón más corto que había visto yo entubando unas piernas peludas. “Casi casi”, pensé y casi casi qué… si la verdad es que le miré todo el tiempo la cara tratando de establecer algún magnetismo, un algo, pero hacía demasiado calor para mi mundo chocolate y para mí, sentada en una mesita del minishop de la estación de servicio, el único lugar donde había aire acondicionado y podía comprar una lata de coca a precio lata de coca y no a precio ‘que te la destape un mozo’.

El pibe compró la bolsa de hielo y vi cómo le daba un frío bárbaro contra la panza. Porque el pibe además estaba en cuero. Y buscaba en el bolsillo trasero del pantalón corto.

Imaginé que sacaba una tarjeta de presentación. Que quizá fuera, no sé, un. No se me ocurre nada y tampoco en el momento. Para mí era el oasis del que había de beber y el pibe se me iba mientras yo inspeccionaba mis piernas depiladas y mi pecho cubierto. “Encontraste el contraste” Pero el pibe se estaba yendo nomás: así ninguna pieza encajaba. Ninguna de las mías al menos… más que para contar la historia y eso de contar la historia me parecía que era volver de la casi muerte y las resurrecciones me tenían podrida: En verano, de desmayo en desmayo, y los mosquitos resucitados también (y los piojos) que vuelven siempre. Porque si no, qué manera de reproducirse a la velocidad de la luz. Son esas plagas… son como el calor y la humedad y con el calor y la humedad todo se acrecienta. “No creo en las plagas, creo en la resurrección”

Y cuando empecé a ponerme bíblica dije esta es mi pascua y salí del minishop, esquivé un autito azul que iba a cargar nafta y crucé la avenida como quien cruza el mar rojo. El pibe iba despacio con la bolsa de hielo que le goteaba por una esquina y en la puerta de una casa una chica le gritó que se apurara, que no fuera lerdo y que los otros ya habían llegado. Y me quedé parada ahí con mi pecho cubierto (tenía muy presente eso de que yo llevaba el pecho cubierto) y se me ocurrió gritar hey y le mostré las tetas. El pibe me miró y la chica dijo ah bueno creo que te hablan. Le dije que le hablaba a ella y me preguntó qué quería, le pregunté si calle seis subía y me dijo depende. Le dije no importa, llegarán otros más. Y prometí a la tierra que nunca más iba a ponerme profética, mi pascua es la del nuevo testamento, más bien soy el huevo que puso el conejo, “volveré al kínder

Garden”.

“O me derretiré en el camino”.