Primero está el aullido. Él se despierta y mira por la
ventana. Dice que es una perra de mierda. ¿Por qué, por qué, por qué vos no,
gatita?
Se para y revuelve el primer cajón.
––Vos no, gatita. ––dice ––Vos no. No decís nada.
El aullido sigue. Escuché que en las noches de luna llena
las mujeres paren a sus hijos, las mareas están especiales, el sexo. Me
confunde la idea de la concepción.
––¿Es en luna llena que se conciben los hijos?
Me mira.
––Esa perra está pidiendo eso, ¿decís?
––El celo, puede ser.
––¿Qué, qué pasa con eso de la luna llena?
––¿La estás viendo?
Me revuelco en la cama. De un lado al otro, la cama parece
tan amplia, tan cerca del techo de madera.
––Te estoy mirando a vos. Y escucho esto. Estás tan
calladita. Hoy estás tan calladita.
––Pienso: es eso.
––Te puedo pedir que aúlles, ¿ahora? ¿cómo hago para que
aúlles? Estás cansada.
Me pongo boca abajo. Me siento una basura de femenina. Él
está auditivo. No puedo tocarlo, tengo que susurrar cosas. Pero siento que no
puedo hacer nada con mi lenguaje oral. Qué palabras voy a decirle, así. Desde
esta postura. Derretida tan cerca del techo, basura, basura.
Él saca la cabeza por la ventana. Sigue buscando a la perra.
Me siento una lombricita. Un animal en proceso de envejecimiento. Me acerco a
su espalda y sobre su hombro digo que ya vengo. Trato de que mi aliento lo
toque. Trato de tocarlo de alguna manera que sea diciendo algo.
Recuerdo que me decía no seas tímida, no seas tímida. Ya no
insiste con eso. Durante la noche él habla y a veces nos miramos a los ojos.
Sabe que no soy tímida por eso, porque lo miro a los ojos. Pero nunca se me
ocurren cosas. Él está ocupado en su calle transitada. Las motos que llevan y
traen, los tacos de las chicas arregladas, la perra una vez más. Qué insomnio.
Abro la canilla de la ducha.
––¿Te vas a masturbar? Quizás.
No. Él está en mi mente, tan cerca junto a la ventana. Voy a
subir mojada, resbalosa, oliendo bien. En las mentes hay imágenes de agua,
material para el primer paso del placer, ansiedad.
Mi cuerpo parece tan ajustado. Lo tomo con mis manos. Mis
hombros, mis muñecas, mis caderas. Aprieto cada parte como él lo hace, pero mis manos son pequeñas
y son mías. Mi imaginario es tan pequeño. Nunca voy a poder decirle qué me
gusta.
Mmh…
Me gusta todo. Y él dice: no seas tímida. Entonces me
aparezco chorreando y vuelvo a ponerme boca abajo. Le rozo las piernas. Sigue
de pie junto a la ventana. No soy capaz ni de proferir un gemidito. Fricción en
mi entrepierna. Contar una historia. El color verde. Soy tan tímida. No puedo
hablar de finales. Sólo soy una mujer en un orgasmo. Me siento la basura
femenina. Tirada como puedo. Despegada de las sábanas, mi sello de recién
bañada.
Él está tan concentrado. Las bocinas. Escurro mi pelo sobre
el parquet. Dejo mi nuca al descubierto.
––Vos, vos, vos.
Lo digo desde el secreto. Es a vos a quien llamo, a quien
espero. Y él me mira girar sobre mí. Pararme y agarrar la copa de vino. Tirarla
a la calle. El ruido del vidrio. La
botella de vino. El ruido del vidrio. Las cervezas. El vidrio.Me siento drogada. Me siento
reír como una persona que acaba de ver muerte. Medio cuerpo fuera de la
ventana. Mi pelo gotea. Él me mira estático. Creo que está sorprendido y me
presta atención.
––¿Y dónde está esa perra? –– grito y me balanceo hacia la
calle. Él me agarra del culo . ––La perra.
La perra aulla y escupo a la calle. La perra está tras una
reja de la vereda de enfrente. Otra botella en proyectil. La perra se excita.
Debe estar babeando. Gruñe. Él me mira mientras enfurezco de timidez. Me
tiemblan las manos mientras busco algo para seguir revoleando.
––Es el celo, nena ––dice él, y me doblo sobre mí misma asomando
a la calle. Siento el peso de mis pechos húmedos. Siento que la humedad me hace
pesada. Casi despego los pies del suelo de la habitación y él me sostiene
exacto. Mis muñecas, mis costillas, mi hombros, mis caderas.
Miro a los ojos a esa perra tras las rejas. La cerveza corre
despacio por las ranuras de las baldosas. Él me sujeta y separa bruscamente mis
piernas.
Au.
Au.
––Despacito.
Y él es más fuerte.
Quién aulla.
Luna llena.
En esa calle.