No quiero quemarlo pero no sé. Cuando digo quemar pienso en
fuego y por el fuego pienso en el agua. No sé si son días de fuego, de agua, o
de hojas húmedas. Una mezcla de colores cálidos y humedad. Sentidos en tensión.
Por la ventana el cielo, como a las siete de la tarde rojo.
A la mañana: gris, por la calle una tristeza azul. Hoy me desperté pensando lo
odio todo. Y después pude tomar el desayuno y pegarme una ducha. Y en el espejo
del baño me vi desnuda y comprendí que la sensación era hacia mí misma, y que
soy una egoísta por pensar “lo odio todo”,
cuando me odiaba a mí.
Cuando fue el cumple de mi viejo vino mi tía a verlo, pero
él no estaba. Yo recién llegaba de no sé dónde y me senté a la mesa a tomar un
té de no sé qué con anís, feo. La tía me preguntó qué andaba leyendo, yo le
conté que un poco de análisis de discurso, enunciación y esas cosas. Ella me
nombró a un autor y yo le dije no, ese no, ese lo leí pero para otra cosa.
Entonces ella levantó ese pecho enorme que tiene y siguió preguntándome. Yo no
tenía mucha idea de qué andaba leyendo yo misma, y desvié para no sé dónde,
cuestión que terminamos hablando de la esquizofrenia. En realidad de algo así
como una esquizofrenia en la danza, algo que se dicta en una cátedra en la universidad
del culo y que, bueno, por ahí me interesaba.
Ah, porque yo le hablé de la biodanza. Ahí la abuela, que también estaba tomando el
té con el anís, dijo que le encantaba la biodanza, que este año iba a hacer. Yo
le dije que la veía joya, porque es una abuela bambulera. Bambulera naranja. Y
la tía entonces me habló de eso de la esquizofrenia. Ahí mi vieja, que estaba
en mute, se interesó y preguntó que qué era eso de la esquizo…danza? O algo por
el estilo (de esto yo no me acuerdo), y ella le buscó la vuelta, dijo que debía estar hablando del
cuerpo escindido.
Después me quedé pensando en eso y no pude evitar sentir dolor. Ese
vértigo extraño, justo en mitad del cuerpo, al imaginarme eso del cuerpo
escindido: una máquina que te separa en dos, cortando cada una de las fibritas
musculares y óseas y cada venita justo en la mitad del cuerpo, en vertical.
tttttttrrrrrrraaaaaaaaaaccccccc
La imaginación me está jugando malas pasadas, y como en el
espejo, un poco lo detesto, porque tengo todo lo que necesito y sin embargo,
tengo acidez.
El cuerpo escindido, debe ser título de algo, busco, y en
tiempo real (unos segundos…) leo apurada un artículo que no entiendo porque intento
vincularlo con mi idea de la separación, y esto habla de cuerpo escondido, no escindido. Hablaba de
liberación femenina. Y qué tenía que ver la píldora.
Me pregunto qué estoy haciendo, porque cuando abrí el
archivo lo que yo quería era escribir un cuento. Y qué estoy haciendo, porque
en el fondo sé que igual voy a publicar lo que venga por una necesidad que no
sé describir.
Se me vienen a la cabeza diez mil divagaciones
académicas/intelectuales. Creo que me siento un velerito en un la mar de cosas
que debería aprender en la facultad. Creo que sobre todo soy un velerito y no
puedo evitar estar sumergida pero a la vez voy a merced del viento y también
soy una tripulante perdida en una isla comiendo arena escupiendo textos secos,
golpeando un coco.
Golpeando un coco ajeno.
Como si fuera un cerebro escindido de mi cuerpo. Un algo que me habla
a mí en el espejo a la mañana y que me pone en vereda y me dice ves, ves, ves?,
con el correr de las horas y cuando el día demuestra que es nada más que un
día, distinto de todos, como siempre, y no por no ser predecible, temerario: me
lo señala con obstinación, mientras me recuerdo a mí misma que algunos sí que
son unos días del infierno y otros son días celestiales y tengo pf pero para
rato, querida (me dice). Entonces verifico mi cuarto, mis cosas, los movimientos
de mi cuerpo (pongo un tema), la hora en el reloj, mi garganta, y me releo, sin
distancia, pensando en qué tiene que ver esto y lo otro con el primer párrafo
y
se me
ocurre,como
gotita, el color
verde
.