en orden::::::::::::::

11/10/12

veintidós



Me dijo apretá fuerte y apreté. Me pareció que sacaba todas mis fuerzas, te juro, para apretarlo. Pero cuando me sacó el algodón y tocó alrededor del puntito, volví a sangrar.
Ahí me preocupé, viste. Me pareció que si no coagulaba me iba a poner como un papel. Y no me gusta, porque llego a alguna parte y siempre hay un pelotudo que te pregunta qué te pasa que tenés esa cara. Por eso volví a apretar fuerte, mientras pensaba en la cantidad de horas que tardaría en salir toda la sangre de mi cuerpo por ese agujerito en mi brazo.
Mientras, él fue poniendo mi sangre en tres tubitos. En la jeringa parecía negra, te digo: se me dibujó el cuerpo humano con las venitas todas negras como en los manuales viejos de anatomía. Cuando volvió a retirar el algodón y tocó alrededor del puntito volví a sangrar. Ya está, yo acá me quedo blanco y negro, pensé.
El tipo me miró, me dijo seguí apretando, se dio vuelta y agitó los tubitos. Entonces vi el rojo, el rojito chorreante, como tiñendo el vidrio.
––Soy un poco exagerada ––le dije. Y ahí nomás se dio vuelta, con una cara de tierno, te juro. Quién diría que el viejo trabaja con tubos de sangre, agujas y esas cosas. Se dio vuelta y retiró el algodón, probó una vez más y sangré. Entonces me apretó fuerte. Unos minutos. Me sostuvo la mirada.
––Es normal, querida ––dijo.
Pero yo sentí la fuerza, la del viejo, era otra.
Sentí que él apretaba mucho más fuerte que yo. Hizo que se esparciera el olor al alcohol. Y yo en ayunas, sentí ese olor, nada más eso.
Nunca, te juro, nunca iba a hacer que pare de sangrar ese puntito yo sola.
Ser un poco exagerada es normal.
Querida.

veintiuno



––Una vez escribí un cuento de una nena que se muda y al mes tiene una fiesta de cumpleaños. Resulta que la casita de fiestas es en su antigua casa.
––¿Te acordás de Belén?
––Pero te estoy hablando de un cuento.
––A Belén le pasó eso. Se mudó y le instalaron una casita de fiestas.
––Me acuerdo de Belén. Ella y la madre desayunaban cereales sin azúcar y huevos.
––Bueno en esa cocina después un montón de pendejos masticaron chizitos y palitos.
––En mi cuento la nena no entra a la fiesta.
––¿Y cómo se llama tu cuento? ¿Delirios de grandeza?