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25/11/12

treinta y dos



Hace un tiempo salí a andar en bici con mi viejo. Fuimos en bici por una zona arbolada, hermosa. Era otoño. A los lados del camino había color anaranjado y dorado. Mi viejo iba adelante escuchando su música. Yo también, me acuerdo que escuchaba radiohead.
Había empezado una dieta, un ayuno. No me acuerdo bien a qué me consagraba, o qué esperaba que sucediera en mi cuerpo. Pero salí en ayunas. Mi viejo iba rápido. Yo le pegaba gritos pero no escuchaba.
Pasamos por un puentecito que me costó la subida. Seguimos. Empezó a lloviznar, se me humedeció la ropa. Me dio frío en la nariz y en los dedos de las manos. Mi viejo dijo que tomáramos el tren y me mandó a comprar los boletos. Para eso tenía que cruzar las vías e ir a la boletería. Saqué los boletos y me desmayé. Alguien se acercó con un gatorade. Después crucé la vía y volví. Mi viejo estaba escuchando su música. Ya venía el tren, subimos las bicis. No usamos los boletos, qué suerte. Cuando me desmayé los perdí. No estaban en ningún bolsillo. Quizá me lo imaginé todo.

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