A las nueve de la mañana no hay más fiesta, querida. Porque
sale el sol y el sol es así. Las luces se vuelven inútiles y el calor es el
calor del día. El cuerpo lo sabe, el contacto es otro. Por eso a las nueve de
la mañana mejor volverse a la casa. Mejor ir caminando y ver que abren los
negocios. Agarrar esa envidia de hogar, a los que se están levantando a comprar
el diario, la revista. Comprar una revista. Para qué. Porque así participar de
esa actualidad. La actualidad única que te agarra de la cabeza y te mete
bajo el chorro de agua. La cabeza borracha. Bajo el chorro de agua; y a las diez
de la mañana ya chupaste el sol también, querida. La insolación sin Quiroga. La
insolación fea. Que si te pusiera un vaso de agua en la cabeza saldrían mil
burbujas. La cura de la bruja, el empacho. Lo que se aprende en la noche buena,
cuando empieza a ser más interesante aprender brujerías que abrir regalos. Y
cuando empiezan a regalarte cosas útiles. Te das cuenta. Es mejor volver a
casa. Con la cabeza bajo el chorro de agua, con el vaso de sombrero. Con mil
vasos de sombrero, volver, a sacártelo, y se acabó la formalidad. Y sos una
loca sin sombrero como dicen los viejos. Con las ideas chatas, a esa hora, qué
vas a pensar. Te parece artística la mujer policía en la fila de la panadería.
Y el pibito que va detrás metiéndote miedo y de golpe te pasa y se afloja la
tensión y bueno, ahora no viene nadie detrás de vos, qué vas a hacer: invertir
roles. Ahora sos la perseguidora. Y el pibito empieza a mirar de reojo. Por el
rabillo: disimulado pero se nota mucho, que ahora la persecución es inversa.
Qué divertido. El contacto. Deprisa esos piecitos bailarines, deprisa. La cara
en los vidrios. Cualquier estrella es poco bajo el sol. Me gusta. Se calla el
rock and roll y ahora hablo yo, querida amante en proceso de resaca, querida
sola querida callada silenciosa ahora hablo yo por vos y sin canciones, subida
al podio del análisis, te acuno: yo, la madre de la huérfana.
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