en orden::::::::::::::

17/7/12

cuatro


Cuando bajó el sol me senté con Natalia en el cordón de la vereda. Natalia dijo que era increíble cómo el cemento seguía caliente.
Sus rodillas son huesudas, sus huesitos son cuadrados y tiene un color casi mulato parejito en todo el cuerpo.
“Casi”
Estoy púber y mi costado púber va a seguir así. Además de los granitos, en cuanto me incliné hacia atrás con las palmas de las manos sobre las baldosas rosas y amarillas, vi el espacio entre su musculosa anaranjada y su pecho. Ahí su piel es blanca.
––¿No te gusta topless?
––Me gusta la marca de la bikini.
––¿triángulos?
––Así se nota que estuve al sol.
“Olvidemos la cola”.
Como si la cola no la mostráramos. Total esa parte siempre hay que taparla. Incluso están esas pinturas donde alguien se enrosca en una sábana inmaculada para taparse la cola.
Las manos como arañas sobre las rodillas huesudas. Las mías más hacia atrás sobre la vereda que raspa, hasta que doy con un vidrio que no llega a clavarse. Es verde, de una botellita de sprite.
––Me dan ganas de algo con limón.
Natalia me mira, tengo el vidriecito verde en la palma de la mano.
––¿Te lastimaste?
––No. Tengo sed.
Ella se para, me tiende la mano y tira para levantarme. Mete la mano en un bolsillito del short y saca dos pesos.
––Compremos algo en la esquina.
Y camina adelante. A mí me gusta mirar la hora naranja en el cielo. Las ruedas de una bici, y las de la patineta sobre la vereda acanalada haciendo ese ruido de patín. Natalia adelante con ese pelo largo rubio hasta la cola.
Me da sed.
Leí que el color amarillo da sed.
Camina.

1 comentario:

arbustin dijo...

tardes de verano donde se te pasan por la cabeza cualquier cosa jajaj genial