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12/2/13

cuarenta y tres



––Está lloviendo ya.
(anoto: así es la última línea de diálogo, en boca de tía Edel).
       A las seis de la tarde mi viejo golpea la puerta de mi pieza y dice que me trajo coca cola. Voy a la cocina y me sirvo un vaso. Es como el milagro del día,  por fin me levanté de la cama.
       Me pregunta por mamá. Le digo que no sé dónde está, y por la ventana veo que está en la pileta. Es raro que mamá esté en la pileta. Mi viejo le grita si quiere un vaso de coca. De golpe la botella es una excusa perfecta, para mí para vos para todos.
       Bajamos, yo pongo los pies en el agua, mi viejo se mete. El agua está caliente. Hay truenos. En el patio de cemento están mis tías, Edel y Dora, con Quico y María Luisa. Pusieron el ventilador, y están alrededor de una mesa con mantel escocés: tereré con mocoretá rosado, cerveza sin alcohol, bambitas y tarta de manzana.
       La tía Dora me pregunta por el gato. Le digo que está a sus pies y entonces lo encuentra. Le dice Guli, Guli, qué calor que hace Guli. Cuando ve que tengo un cigarrillo en la mano le cuenta a Quico y María Luisa que yo le decía tía tía decile a mi mamá que no fume, que se va a morir.
––Ahora te tengo que avisar yo: que te vas a morir ––me dice.
       Las tías tienen la permanente perfecta, recién hecha. Ayer a la tarde también hubo reunión en el patio de cemento. Además de Quico y María Luisa estaban  Estela la vecina, y mi hermana. Yo bajé a pedir una buscapina y la tía Edel me dijo que tengo que dejar de tomar fernet.
       Quico es el peluquero de la casa. Le estaba haciendo la permanente a la tía Dora, que tenía la cabeza llena de tubitos rosas y celestes. No sé por qué me pareció la tapa de un disco de Blur.
       Yo tenía ganas de que me hicieran algo en el pelo pero Quico nunca más me va a hacer nada porque el año pasado me hizo un corte carré por la mitad, porque no le dejé que siguiera. Me levanté y me fui. La tía Edel esa vez me dijo que soy una borrega prepotente. Siempre odié eso de borrega.  Y en realidad no sé si Quico se ofendió o no realmente. Creo que en realidad estaba ofendido porque mientras me cortaba se puso a hablar de literatura rusa y yo le llevé la contra en todo.
       Dora dice que tengo que callarme la boca así Quico también se calla. Habla muchas boludeces y con un acento insufrible. Mi viejo ya no quiere hacer asados con Quico porque se le pone a leer el diario que él quiere usar para hacer fuego… diarios viejos, y dale que dale Quico no para de hablar boludeces pasadas de fecha.
       La cuestión (pongamoslé) es que a mí también me hizo un peinado pasado de fecha, y después quedé medio Mafaldita. Ahora lo saludo con cierta vergüenza y ya no me habla de literatura de nada. La última vez me habló de algo del Taj Mahal.
       Estamos, en fin, mi mamá, mi viejo y yo en la pileta. Atrás mío hay nubes negras. En la esquina del jardín está saliendo un árbol. A mi mamá eso le preocupa. Mi papá me pregunta cómo es que se germina un árbol. No tengo idea pero le muestro una cosa que aprendí hace poco: que aprieto un brote y sale una florcita fucsia.
––Se va a llenar de flores. ––dice mi viejo.
       Digo que Petunia, mi perra, reencarnó en el árbol. Que ni se les ocurra sacarlo. (El árbol crece en la esquina donde Petunia está enterrada). A mi viejo le gusta esa idea y me dice que él siempre lo riega. La imagen de la perra es cada vez más difusa para mí, pero se me dibuja el alma con forma de árbol o con forma de cualquier perro que se le parezca. Mejor si petunia es un árbol.
       Anoche cuando pensé que me moría no se me ocurrió pensar en yo muerta. Ahora sí se me ocurre y me gustaría reencarnar en el mismo árbol. ¿Se puede eso? Todo esto transcurre mientras me estoy fumando el mismo cigarrillo. Con ese mismo cigarrillo en la mano me pongo a descolgar la ropa porque los truenos se ponen más rudos. Mi viejo me pide que vaya arriba a buscar toallas. Llevo dos toallas chiquititas, sin querer, pero ya están ahí y se secan el cuerpo de a partes.
       Mientras voy y vengo mi tía Edel me ofrece primero tarta de manzana, después mocoretá, después bambitas y después me pregunta si no quiero una copita. Le digo que sí, ¿una copita de qué? De cerveza sin alcohol.
       Se corren despacio al tinglado. Quico lleva la mesa con el mantel escocés. La tía Dora en la silla de ruedas, Edel preocupada por el gato, mi viejo frustrado por la lluvia que le arruinó el paseo en bici que planeaba. Yo siento, por fin: milagro II de un día horrible, que la cabeza se me acelera un poco.
       Me pregunto qué quiere decir “tinglado”. Ese que está a mitad del patio de cemento y del jardín y donde nos reunimos cuando viene la tormenta. Abro un google y un Word y tipeo estas cosas.
TINGLADO:

    1-Cobertizo.
2-Tablado, armazón levantado del suelo:
      3-  Enredo, intriga, maquinación oscura de dudosa legalidad:
   
    4- Alboroto, jaleo:
    5- Conjunto desordenado de cosas.

Milagro III de un día horrible: ¡tinglado!: perfecto.
––Está lloviendo ya ––dice la tía.





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